Las calles y callejuelas, el metro, los edificios altos, los edificios bajos, las plazas, los parques, los semáforos, el tráfico de una noche de viernes, las tiendas iluminadas, las farolas, las ventanas, la historia, la gente... Todo empieza a meterse dentro, a ser un poco mío... Empiezo a sentir Madrid, el verdadero Madrid, no el que los turistas creen conocer en verano o en un fin de semana.
Y todo porque empiezo a formar parte de la vida de la ciudad, de su locura y de su continuo tránsito. Comienza a hacer frío, el metro se llena por las mañanas y todos corren a una dirección que sólo ellos saben, y todos tienen historias detrás que muy pocos conocen.
..mi madre me advirtió que en poco tiempo sentiría que soy un poco de todas partes...