lunes, 28 de febrero de 2011

Y aunque no haya nada..

Lo que menos me gusta de echar de menos a alguien es que funciona a rachas. A días. Por momentos. En lugares concretos. Cuando menos te lo esperas. Llega sin avisar. Se queda un tiempo indefinido. No puedes dejar de hacerlo. Aunque lo intentes. Escuece. Duele. Quema. Pica. Desgarra. Rompe. Congela. Hiela. Arde. Arranca. Hiere. Desquebraja. Te hunde. Te asfixia. ¿He dicho qué duele?. Duele. Mucho. Te despiertas y no sabes qué va a pasar. Porque a veces, como dice Joaquín Sabina, hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos.
¿Pero sabes qué? Se pasa, siempre se pasa, te lo prometo.



miércoles, 16 de febrero de 2011


Esta mañana, la coreógrafa de nuestro festival de fin de curso ha llegado un poco antes y ha visto nuestra primera clase, después de la cual teníamos ensayo. Antes de empezar a ensayar, nos ha mirado fijamente y nos ha preguntado si nos podía hacer una "crítica constructiva", palabras textuales. Por supuesto, no hemos dudado en aceptar.

Nos ha dicho que era imposible mejorar, por muchas clases que diéramos y por mucho que avanzásemos en la técnica, si no mejorábamos nuestro autoconcepto. En ese momento nosotros le hemos devuelto la mirada sin saber qué pensar. Y nos lo ha explicado.
Según ella, debemos visualizarnos alcanzando los objetivos que nos proponemos, bailando tal y como queremos bailar, porque sólo así lo conseguiremos. Dice que no es magia, sino psicología. Que no saltaremos si no nos visualizamos llegando hasta el techo; que las piernas no subirán si no nos visualizamos con la pierna arriba; que no disfrutaremos realmente hasta que no nos veamos disfrutando al bailar. Y, lo más importante, que tenemos que CREER lo que estamos visualizando.


Me ha dado qué pensar. Tal vez este pequeño truco, o como queramos llamarlo, sirve no sólo para la danza, sino para todas las facetas de la vida. Tal vez si queremos ser más cariñosos, más inteligentes, más guapos, aprobarlo todo, llegar a ser médico o, no sé, aprender a cocinar, necesitamos imaginarlo, verlo, sentirlo de verdad. Y creer en ello. Como decía mi antigua profesora, los sueños no se hacen realidad, los hace realidad uno mismo.